DC 50 AÑOS DE HISTORIA EN LA UTI

07.02.2012 17:46

 

7 de Febrero de 2012

Levántate y anda: el PDC y sus candidatos presidenciales

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MAURICIO MORALES QUIROGA
Académico ICSO-UDP

El principal partido político de los últimos 50 años de la historia de Chile está en la UTI. Hay tres indicadores básicos de que el paciente se encuentra en estado crítico. El desangramiento electoral ha sido casi incesante, cada vez hay menos líderes visibles en la opinión pública, y los que hay no toman o no se atreven a tomar una decisión respecto a sus opciones presidenciales. Acá va parte del diagnóstico y de las soluciones.

PÉRDIDA DE VOTOS

El PDC ha perdido casi un millón de votos considerando las elecciones locales de 1992 y 2008. Si en 2004 con 99 alcaldes gobernaba aproximadamente un tercio de la población, desde 2008 y con 59 alcaldes sólo lo hace con el 16% (En 1992 gobernaba al 54,8%!). Su bancada de diputados ha disminuido de manera dramática de 38 en 1997 a 19 en 2009. Para rematar, su representación en los municipios ha descendido de 478 concejales en 2004 a 393 en 2008 (incluyendo, por cierto, a los independientes subpactados). En votos y sumando los independientes subpactados con el PDC, si en 1992 logró 1.877.364 votos, en 2008 no superó el millón de votos (alcanzó 939.198). En 2004 no consiguió concejales en 30 comunas, cifra que casi se duplicó en 2008 (con 55 comunas). Las 30 comunas sin concejales PDC en 2004 representaban alrededor del 4,2% de la población, mientras que las 55 de 2008 representan al 12%. A nivel de encuestas de opinión, la identificación con el PDC según los datos del CEP ha caído del 35% en 1992 (primera elección en la nueva democracia) a 7,4 en 2008, año de la última elección municipal.

Geográficamente, la situación electoral del PDC es preocupante particularmente en el norte. En la II y III regiones, su votación en concejales bajó casi en 10 puntos comparando 2008 con 2004, prácticamente duplicando su caída promedio nacional de 5,35%. En la Región Metropolitana las cosas tampoco andan muy bien. Si en 2004 obtuvo el 20,86% (sumando nuevamente a sus independientes), en 2008 bajó a 14,49% (6,37 puntos menos). Si en 2004 ganó 12 de las 52 comunas de la Región Metropolitana, en 2008 disminuyó a 9. Esto también va relacionado a la representación en diputados, que en la región ha bajado de 8 en 2001, a 4 en 2005 y a 2 en 2009.

El PDC puede tener el mejor programa y las mejores ideas, pero si no hay mensajero, los electores jamás se enterarán de aquello. Muy pocos ciudadanos consultan las propuestas partidarias. Por tanto, y como atajo informacional, utilizan a líderes creíbles que expliquen las propuestas y los convenzan de su utilidad. Es de esa forma en que los programas se transforman, efectivamente, en plataformas de campaña. Y si hay más voces y más líderes expandiendo ese programa, entonces la caja de resonancia será más fuerte.

PÉRDIDA DE INTENSIDAD

Para los partidos de centro es vital contar con figuras públicas reconocidas y valoradas por la ciudadanía. Si en los ’90 el PDC llegó a tener entre 6 y 8 de los 10 personajes políticos mejor evaluados en las encuestas del CEP, hoy sólo tiene uno (Soledad Alvear). A diferencia de los partidos de izquierda y de derecha, los partidos autodefinidos como de centro requieren de liderazgos múltiples para capturar a un electorado algo más volátil y claramente menos ideológico. Los partidos de izquierda y de derecha, en cambio, poseen definiciones ideológicas más claras y, por tanto, les basta de un liderazgo para aglutinar esas fuerzas y transformarlas en votos. De acuerdo a los datos de la última encuesta UDP, además, en un escenario de voto voluntario los ciudadanos de centro votarían menos que los de izquierda y derecha. Mientras los inscritos de centro votarían en un 78%, los de izquierda y derecha lo harían en un 90%. En el grupo de los no inscritos, en tanto, los de centro votarían en un 54,7%, los de izquierda en un 63,5% y los de derecha en un 72,1%. En otras palabras, resultará más costoso movilizar a votantes de centro en comparación a votantes de izquierda o derecha. Acá el rol de un partido de centro es clave. Si ya sabemos que los electores de centro tienen menor predisposición para asistir a las urnas, entonces resulta indispensable una estrategia de movilización agresiva y dirigida por la mayor cantidad de líderes posible.

El otro mecanismo de movilización electoral es el dinero. Por ejemplo, si calculamos el total de gasto en campaña por partido para la elección de alcaldes de 2008 y lo dividimos por el número de votos que obtuvo, la UDI gastó 1.484 pesos por voto recibido, mientras que el PDC gastó 1.173, cifra muy superior a los 811 de 2004. Para las elecciones de 2012 el gasto, seguramente, se incrementará. Al aumentar el número de potenciales electores, los partidos deberán buscar nuevas fuentes de financiamiento. Habrá comunas que pasarán de 100 mil a 500 mil electores. Claramente, los partidos de derecha estarán en mejor pie para enfrentar ese gasto. El PDC no. Por tanto, una forma de compensar la falta de dinero es la potenciación de los liderazgos. Y eso es, precisamente, lo que las figuras del partido parecen bloquear de manera sistemática.

PÉRDIDA DE VALENTÍA

Lo que muchas veces es percibido como una señal de división y fraccionamiento interno, ahora puede ser utilizada como una herramienta a favor. La proliferación de liderazgos en el PDC no sólo notifica al PS de que habrá una competencia razonable, sino que también sirve para dar mayor mística a la campaña municipal. Seguramente, en la circunscripción de Ximena Rincón muchos candidatos querrán fotografiarse con ella para fortalecer sus campañas. Lo mismo podrían hacer otros candidatos como Alvear, Walker u Orrego. De hecho, y en los casos de Rincón, Alvear y Walker, el rendimiento del PDC en sus circunscripciones para las municipales 2008 será una medida de éxito para sus precandidaturas presidenciales. Entonces, si todos trabajan en idéntica dirección, el gran ganador será el partido.

El PDC puede tener el mejor programa y las mejores ideas, pero si no hay mensajero, los electores jamás se enterarán de aquello. Muy pocos ciudadanos consultan las propuestas partidarias. Por tanto, y como atajo informacional, utilizan a líderes creíbles que expliquen las propuestas y los convenzan de su utilidad. Es de esa forma en que los programas se transforman, efectivamente, en plataformas de campaña. Y si hay más voces y más líderes expandiendo ese programa, entonces la caja de resonancia será más fuerte. La plataforma programática podrá ser reconocida y distinguida del resto de los partidos. En consecuencia, la visibilidad y competencia de los líderes fortalece la identidad partidaria.

En cambio, si predomina la tesis “entreguista” cuyo planteamiento es apoyar desde ya a Bachelet, los militantes del partido no tendrán referente alguno. No habrá competencia y el ánimo de la militancia decaerá. De nada sirve realizar grandes programas y crear magníficas ideas si no hay líderes dispuestos y con ganas de transmitírselo a los electores.

Ciertamente, casi todos los candidatos municipales de la Concertación apostarán a sacarse la foto con Bachelet. ¿Pero qué tal si el PDC asume el riesgo intensificando sus liderazgos y expandiéndolos por todo el país?, ¿no será más razonable arriesgar el capital político que queda y comenzar a fortalecer al partido desde la esfera local?, ¿será mejor correr como niño hacia los brazos de Bachelet o valientemente jugársela por una competencia interna intensa y expandida territorialmente? La buena competencia es la que contribuye a la participación. El PDC, en el nuevo escenario de voto voluntario, tiene la obligación de cautivar a los electores de centro (que muestran baja predisposición para asistir a las urnas), al igual que mantener el apoyo de los sectores rurales y crecer en las comunas urbanas más densamente pobladas. Acá es clave y fundamental incluir el mayor número de candidatos independientes posible. Es el primer paso para detener la caída y aspirar a crecer.

En este escenario crítico para cualquier partido, el PDC debe dar señales de vida. Esas señales no se construyen mediante una política entreguista a favor de la posible candidatura de Bachelet. Esta postura no sólo es mediocre, torpe e insana, sino que, definitivamente, puede marcar el tránsito de un partido protagónico en la política chilena desde los ’60, a un partido de simple comparsa en la actualidad. El PDC debe multiplicar su número de posibles candidatos. Es la única formar de expandir su influencia. Ximena Rincón lo está haciendo en su región. Ignacio Walker, Soledad Alvear y Claudio Orrego debiesen hacer lo mismo. No es pecado querer ser Presidente. Es lamentable, eso sí, querer serlo y temer a decirlo con franqueza y transparencia. Los políticos, generalmente, creen que escondiendo sus preferencias logran una mejor imagen ante sus electores. Nada más ajeno sucede en la realidad. Los electores tienden a premiar a quienes se arriesgan y castigar a quienes, con infundadas razones, piensan en dejar para el final una decisión que todo el mundo, más o menos, sabe cuál será.

La situación electoral del PDC amerita asumir riesgos. Cuando es poco lo que queda por defender, las jugadas temerarias cobran valor. Eso hace que los electores fijen su atención en estos liderazgos y que la marca partidaria, al menos, no se siga deteriorando. Los partidos de centro sobreviven con base en la intensidad programática y la multiplicidad de liderazgos. Es cierto que el vínculo programático entre partidos y electores ha perdido fuerza. Es cierto que en escenarios de estabilidad política los partidos de centro pierden protagonismo. Lo que no es cierto es que, por su naturaleza, los partidos de centro estén condenados a muerte. La situación electoral del PDC es remontable. Depende de los dirigentes y de su capacidad para recuperar y fortalecer la orgánica municipal del partido.

Si el PDC opta por la estrategia más parsimoniosa que consiste en apoyar a Bachelet y renunciar a sus liderazgos internos, será pan para hoy y hambre para mañana. Pero si el PDC, y particularmente sus líderes, abrazan valientemente y de cara al país su opción presidencial, entonces activarán las campañas locales, los militantes tendrán un menú razonable de opciones presidenciales, el partido girará en torno a la competencia interna, habrá más cobertura de prensa (que frecuentemente es negativa para el PDC), y se conformará un real y creíble “centro intenso”. En consecuencia, en situaciones críticas hay que asumir riesgos. No queda mucho para seguir perdiendo.